martes, 1 de junio de 2010

Normas básicas de redacción electrónica (On ceu)

Lo fundamental es la concisión: pasamos de textos áridos a textos breves. Ser escueto y persuasivo son características básicas.

Cuando la noticia tiene más de 400 palabras el lector deja de leer. Lo ideal oscila entre 300 y 400 palabras. Los artículos pesados no venden. Y la pretensión principal es conseguir lectores.


El mayor enemigo es el vicio del lector de pasar rápido con el scroll. La clave está en escribir de una forma en la que el lector se detenga antes de usar el scroll.


Tanto nuestro texto como nuestro blog se encuentran en buscadores. Se usan etiquetas y palabras clave para buscar en internet.

La palabra clave ha de elegirse por ser una palabra específica, para que sea fácil su aparición en el buscador.


Lo principal es el título, al que sigue el cuerpo de la noticia para ir anunciando el final con las palabras claves (relacionadas con el tema) y una fotografía (alt de las imágenes).


La diferencia en el lenguaje de Internet es que debemos ser coloquiales, evitar el lenguaje totalitario, escribir con profesionalidad y elegancia y ante todo, respetar al público.

lunes, 31 de mayo de 2010





















Domingo, 30 de Mayo, 2010.

Público y Diario El Mundo

ANÁLISIS DE UNA PORTADA

¿Por qué se han elegido esas portadas?

El diario PUBLICO nos sorprende en su portada con el titular: “el PSOE pide a Zapatero un golpe de autoridad”, al que acompaña el símbolo del partido .
Abajo a la izquierda, aumenta el pesimismo, mirando al pasado con “Los crímenes del franquismo que jueces se niegan a investigas”.
Y por último, nos encontramos, con el futuro inmediato, la reforma laboral: “ la negociación de la reforma laboral se acerca al fracaso”.

He elegido esta portada porque el puño y la rosa actualmente y desde el famoso decretazo (aprobado sólo por el partido socialista, 169 votos y las abstenciones del algunos grupos y el voto negativo de los restantes) no representa lo que hasta ahora había representado: al obrero, a la clase más desfavorecida. Medidas tan impopulares cómo la congelación de las pensiones, la bajada del salario de los funcionarios, la supresión del “cheque-bebe”… ha creado desconcierto en la población, más de la que ya había. Son muchos los que no damos crédito a lo que está sucediendo. Zapatero, ¿por qué te retractas de lo que has propugnado a los cuatro vientos?, ¿qué crees? ¿Que seguiremos confiando en ti? Seguro que son opiniones de millones de españoles que no entienden este recorte tan drástico y dónde más duele, ¿no cabrían otras opciones?

Del titular de los crímenes del franquismo, sólo añadir que, en este caso, cualquier tiempo pasado no fue mejor, por tanto : ¿no sería mejor olvidarlo y no hurgar en la herida aún abierta de las dos Españas?

Y por último, señalar que después de varias y largas reuniones no se consigue acuerdo ni consenso entre patronal, sindicatos y gobierno sobre la tan cacareada reforma laboral.


EL MUNDO, barriendo para su casa , nos anuncia que : “Rajoy ganaría hoy con una mayoría absoluta superior a la de Aznar” y la foto nos nuestra a los que están deseando pasar a ser los salvadores de la Patría. Todos sonrientes, falta que se froten ls manos y oírles decir entre dientes su premisa fundamental: "cada vez estamos más cerca del poder." Sí, claro, del poder, pero ¿y de dar soluciones a los problemas? , ¿no se estarán en el fondo alegrando de lo que pasa?

En fín, ante tanta desolación, al menos una noticia esperanzadora: “ETA comunicó al PSE que va a parar la lucha armada”. Ojalá que entre tanta convulsión económica podamos asistir, de una vez, esta vez y para siempre a este hito histórico: nos lo merecemos nosotros y los que no están porque de eso se encargaron ellos.

¿La elección corresponde a motivos ideológicos concretos?

Como casi en todo y casi siempre, todo obedece a motivos ideológicos concretos; también es cierto que ni el diario Público puede negar la evidencia, porque el PSOE necesita “un golpe de autoridad”, pero ¡quién lo iba a decir!, es tan contradictorio como el adolescente que le pide a sus padres un poco de mano dura, de firmeza, de sujeción a horarios...


Ya en páginas interiores, y desarrollando esta idea, se habla de piña y de todos a una porque llega el momento de afrontar la reforma laboral y pesa la amenaza de una huelga general, aunque si queremos buscar culpables hemos de irnos a los socios europeos y al FMI.


El Mundo, siendo fiel a su ideología, nos asegura que si se convocaran elecciones ahora ganaría por abrumadora mayoría el Partido Popular y “enfrente estaría el PSOE desangrándose literalmente por los cuatro costados”.


Alto o bajo grado de subjetividad

A estas alturas de la película, el diario Público ha dejado de ser subjetivo porque no podemos seguir maquillando la crisis, no podemos seguir perdonando a Zapatero, no podemos seguir echando la culpa a otros. Objetivamente, relata la posibilidad de remodelación ministerial, las duras críticas internas a los Secretarios de Estado de Economía y la discrepancia entre ministros por el dichoso ajuste (lo de contigo pan y cebolla, tampoco funciona en política).

Con respecto al Mundo emplea una gran dosis de objetividad al decir: “Rajoy ganaría hoy con una mayoría...”, no porque nos fiemos de los resultados de la encuesta elaborada por Sigma Dos, sino porque habla de HOY, sí, porque cuando pase la fiebre y pensemos en frío, entenderemos cómo dicen algunos analistas políticos y tertulianos de radio y televisión que no hay dinero para adelantar y convocar elecciones, que si ocurriera se dejarían a un lado los verdaderos e inminentes problemas, no les dedicarían tiempo ni esfuerzo y se centrarían otra vez en promesas vacías, en la victoria electoral...y no, la situación es tan delicada que no estamos para perder un tiempo que no vuelve.


Y me pregunto: ¿dónde están los buenos gestores que nos ayuden a salir de ésta, me da igual de dónde sean?

Quizás la solución llegue de la mano de todos: todos los que nos han apretado el cinturón, todos, hasta los ricos (otro tema del que habría mucho que decir: si más impuestos, menos inversión…)Mencionar también el nuevo impuesto, aún por determinar, que supone otra improvisación más o quizás una nueva forma de cooperación para que España salga adelante.

Así, con este patriótico mensaje... todos contentos… sino que le pregunten al parado, o al que va a estarlo de aquí a nada, o al abuelito que le han congelado los 500 € de pensión.


¿Cómo están colocados los elementos que conforman la portada? ¿Cuál es su propósito?

En "Público" la portada provoca un fuerte golpe de efecto con la gran imagen en rojo del símbolo del partido socialista y con un titular tan grotesco como que los propios miembros de dicho partido piden al presidente un golpe de autoridad. No luce ninguna tendencia a negar la evidencia.
En "El Mundo", por su parte, se muestra también una imagen muy ampliada que tiene como centro a Mariano Rajoy en una actitud que parece evocar un camino hacia la mejora, con esa actitud templada, tranquila y concienzuda.

En el primer caso, la búsqueda de atención es obvia: lo secundario sería añadir la diferente importancia que dan las letras en mayor o menor tamaño o la colocación en la parte superior o inferior de la portada.

En el segundo caso, y teniendo en cuenta que el ojo sigue una forma de Z, se pretende llamar la atención del tema ya estudiado (que Rajoy ganaría las elecciones, etc) en primer lugar, para después centrarse en la dimisión del "número dos" del tesoro británico (tras admitir su homosexualidad y que cobró dietas ilegales) y para dirigirse, por último, al comunicado de ETA.
Las noticias de portada se caracterizan por su criterio de importancia, no por temas.







martes, 27 de abril de 2010

la superficialidad

No nos gusta esa palabra. O más bien no nos place reconocer en cuántos aspectos de la vida nos encarnamos en ella. Lo cierto es que todo lo que vemos, lo que escuchamos, lo que olemos y lo que tocamos es apariencia. Las personas, los acontecimientos, el mundo, en definitiva, gira sistemático siempre en la misma dirección: la búsqueda de una estética, la preocupación por un "qué dirán", las batallas de egos y el autoengaño. Cada vez nos importa menos vivir en un decorado de la mansión de Barbie Malibú: queremos salir sonrientes en la foto de graduación, alcanzar el éxito en nuestros estudios o empresas, casarnos antes de los 40, tener dos hijos obedientes y aplicados, un par de amigos con los que ir de copas o al teatro, un piso en el centro o un chalet en las afueras y un bull dog francés. Nuestra existencia está inexorablemente acotada por unos valores socialmente aceptados, por un modelo de vida preconcebido. Acercarnos a ellos en mayor o menor medida regirá nuestra victoria o fracaso.


No vemos, o no queremos ver, que sonriente no implica feliz, que casarse no asegura amor y que el éxito no siempre va de la mano de la satisfacción. Ya es tarde para eso. Ahora vivimos inmersos en nuestro rol: cuidamos el pelo, la dieta, los dientes, la piel, el maquillaje, la ropa, los zapatos. Que si gimnasio, que si yoga, que si meditación. Que si masajes, que si tratamientos, que si saunas.Comemos en restaurantes con alimentos prácticamente personalizados y viajamos a lugares exóticos que nos prometen sorpresas, aventuras y emociones. Tenemos psicólogos, astrólogos, curas. Elegimos las películas, las series, la música, las revistas. Podemos tenerlo, serlo y parecerlo todo.

Tendencias, valores, gustos, costumbres. Nada es estático, nada permanece en el tiempo. La sociedad moderna se caracteriza cada vez más por la espontaneidad: un día nos compramos un coche y al siguiente ya está anticuado porque ha evolucionado añadiendo nuevos accesorios; pero al igual que podemos cambiar de vehículo, cambiamos de ideales o de pareja. Prima la frivolidad, la ambición, los "porque sí". Ya nada nos sacia.


En la actualidad, la naturalidad es la más difícil de las poses. Materialistas, hedonistas, continuamente avasallados por infinitos estímulos frente a los que no sabemos resistirnos. Lo criticable no es la exacerbada decoración de nuestros cuerpos y escaparates: es el tremendo abandono a eso llamado mundo interior. ¿Quién quiere cien sonetos de amor y una canción desesperada si está Vogue?, ¿libros? si ya está la tele… ahora resulta que preferimos el ruido al silencio para no quedarnos a solas con nosotros mismos. Debemos mantenernos ocupados, vivir deprisa para no pensar. Atrofiados, alienados.

El fenómeno de los mas media nos capta hasta un punto del que no somos conscientes (ya se sabe que el criterio es algo que todo el mundo piensa que tiene). Cada minuto de respiración, acaparado por un exceso de información que no deja lugar a la reflexión. Lo irónico es que ya ni siquiera reclamamos información, sino espectáculo. No buscamos procesar conceptos ni ideas, sino contemplar, cómodos, exhibiciones que distan mucho de ser culturales.


Lo que quiero, lo que soy no es una estética, es una forma de vida que no trato de pulir para encasillarme en una facción cuyos ideales me excitan entre los dieciocho y veinte años; ni acento, ni prejuicios, ni pretextos, ni acné, ni ropa de marca, ni maquillaje, ni patética adopción de palabras: yo, desnuda pero convencida, yo, sin más, quien irrevocablemente voy a ser toda mi vida.


martes, 6 de abril de 2010

Cuadros Edward Hopper.

Todo para nada.

Estaba sola, sola en aquella casa enorme y silenciosa, sola mientras veía crecer aburrida, desesperadamente las arrugas a ambos lados de sus ojos. Nunca llegaría a renacer de un fracaso tan completo, saber que sus cabellos rojizos se antojaban grises, que la piel de sus manos era áspera y ya no sabía acariciar sin hacer daño, reconocer, como decía aquel tango, su frente marchita.

A medio camino entre la euforia y la anestesia, con carcajadas aisladas, exageradas y furiosas que resonaban en los rincones vacíos, con silencios, con hastío, con llantos desgarradores intercalados con palabras sin sentido.

Se apoyaba cansada en la gran ventana que daba al jardín. Cansada de mirar, de esperar tras los cristales. Tan avasalladora era la potencia del recuerdo que lograba hacer de carne y hueso a tres niños que corrían detrás de una pelota roja. Con idénticos rizos caoba. Con insultantes ojos verdosos. Manchados, marcados por un algo tan abstracto pero tan evidente que hasta un ciego hubiese asegurado que se trataba de sus hijos.

Entonces, ante su mirada atenta, alguno se caía y su rodilla rebosaba sangre, y ella golpeaba con los puños los cristales hasta ver correr la misma sangre por sus nudillos, y después… corría a ayudarle, buscaba la puerta principal para atravesar en grandes zancadas el prado y comprobar que (una vez más) no había nada, o peor, no había nadie.

Cada tarde hacía el mismo descubrimiento falso y cada tarde el final era el mismo: terminaba sentaba, absurda, sobre la hierba y sus pupilas recogían entonces lo único que había sido real, una pelota pinchada que en otro tiempo fue roja y que reposaba, exhausta, en un claro del césped.

Malditos fantasmas…

Al contrario de lo que pueda parecer, Ella no era mujer de las que basan sus satisfacciones en el pastel de chocolate que preparan a sus hijos. Ella nunca encontró la paz tendiendo sábanas blancas en mañanas tibias ni dejó descubierta su espalda para legar más manta al hombre que dormía a su lado.

Ella, un torrente de elegancia, de ambiciones, de exigencias. Una seductora inalcanzable en potencia. Él la vio, y desde entonces no pudo dejar de mirarla. La consiguió, como lo conseguía todo, y se la clavó en el pecho como una medalla. En realidad nunca la amó, se limitó a desearla. Pero el deseo se deshizo igual que el cigarro en la última calada aquella primera vez que se acostumbró a tenerla en su cama. Ella se colgó de su poder y de su cuenta bancaria.


Y así, en un infinito paréntesis de noches mirando a un techo sin estrellas, fue transcurriendo la vida. Ésa no era la que ella quería, la que se había afanado tanto en conquistar. Se sentía ignorada, obviada, como un objeto más de aquella casa tan sublime a las afueras de la ciudad. No podía permitirlo. Ella era una de esas personas que nacen para ser contempladas, por sus respuestas, sus formas, su irrevocable encanto que gritaba dosificado desde cada poro de su piel. Con el mundo que le habían diseñado sin preguntarle ni una vez no sólo coartaban su libertad, sino que negaban su naturaleza, la condenaban a convertirse en lo contrario de lo que soñó. No era más que una muñeca gastada que ya no tenía siquiera ante quién aparentar. Las fiestas, los amigos, el caviar… eran tan sólo la estela de otro tiempo, el de la ilusión, las sonrisas con boca y ojos, los vestidos de pedrería, los jugosos labios rojos. Ya no había nada que celebrar, y empezó a narcotizar sus tardes, tan joven, tan fría, tan muerta en vida, con las botellas sobrantes del vino más caro del mercado.

En sus horas no quedaba más que eso: sangre seca, cicatrices y recuerdos. Aderezados con ramalazos de depresión, deseos reprimidos, instintos suicidas, egocéntricos celos.

En resumidas cuentas, aquel hombre no pudo escoger mejor momento para hacer sentir su golpe de efecto. Atractivo, ambicioso, inteligente, persuasivo. Alguien con quien hablar de estrategias de negocios, pero también de literatura y Dios. Sin escrúpulos, arrollador, adictivo. Apasionado, atento, selectivo.

Juntos eran una bomba de relojería, una manera de emoción, fuera de la imaginación, fuera de los diccionarios. Pasa tan pocas veces… es una conexión. ¿Amor? qué va, algo más fuerte que eso. Más sucio, más ferviente, más extremo. Todos los días eran el día antes del fin del mundo. Cuando vives, con mayúsculas, no necesitas promesas… y menos, pensar en frío.

Nadie se explica cómo no lo notó el marido aquella madrugada de sábado, a apenas tres asientos del amante de su esposa en un pub perdido y solitario de inmensas cristaleras…

-¿Me quieres?- preguntó ella, o más bien reclamó.

-Claro -respondió, aburrido, como quien dice "son las cinco de la mañana". No era capaz ya ni de mirarla a la cara.

A la pelirroja le tembló por un instante la copa desbordada de whisky entre sus huesudos dedos, pero recordó que durante años había tenido algo mucho más difícil de rellenar dentro, y prosiguió:

-Imagínate algo, ¿de acuerdo, cielo? Imagina que el tiempo retrocede veinte años. Imagínanos a ti y a mí en esta misma situación. No te estoy pidiendo tanto… en realidad se trata de un recuerdo...

-¿Ah, sí? ¿Hemos estado aquí antes?- levantó la ceja sinceramente sorprendido.

-Exactamente aquí. Exactamente en estos asientos y exactamente con las mismas copas entre las manos. Qué ironía, ¿verdad? Aún te pides ese licor…

-No lo...

-Todo es tan exacto que resulta un poco macabro- interrumpió, graduando, volviendo susurro su voz- fíjate, hasta el caballero que nos sirve es el mismo. Sí, es cierto, ahora con pelo cano y surcos en la piel, pero es él. Mírame. Mírate. ¿Qué piensas?

-Que nos conservamos bien- bromeó Él, amargamente.

-¿Eso crees?- resonó, irónica, su carcajada- ¿Te conformas con conservar? Yo prefiero ser. Te diré algo, cariño. Me das pena. Esforzándote infructuosamente en retener algo que nunca has sido. Déjalo ya… ¿no? Nos lo vendiste muy bien, jamás me atrevería a negártelo. Y cuando digo nos no me refiero al resto y a mí, sino a ti y a mí. Pero tu mapa del paraíso resultó ser falso. Qué estúpida. Puede que en el fondo me dé más pena yo misma. Cuarenta años y los brazos y las piernas cruzadas sentada al lado de un tipo incapaz de recordar dónde me pidió matrimonio.

-¿A qué viene todo esto?- inquirió abrumado, aunque en realidad no le importaba en absoluto. Llevaba dos décadas sin escucharla.

El amante los observaba a una distancia prudencial, excitado. Sus voces resonaban en aquel escenario tétrico e inquietantemente simétrico al de veinte años atrás… sólo cuatro personas. Cuatro vagabundos sin patria, sin corazón, pero con poderosas razones.

Ella sonrió y compartió carmín con su marido por última vez, mientras su mano astuta burlaba al despistado camarero dejando caer sutilmente un par de gotas en la copa de su acompañante. Jamás un beso ha vuelto a ser tan de judas.

- Oh, no quiero que te preocupes. Sólo estaba pensando… ya sabes… si volvería atrás. Qué hubiera pasado si tal noche como ésta te hubiese rechazado. ¿Cómo habría sido mi vida…?

-Ya no tiene sentido pensarlo- respondió Él, tajante.

-Yo no estaría tan segura, mi amor. Hay maldiciones que pueden romperse… ¿piensas alguna vez en la muerte?

-No. Tengo aún demasiadas cosas por hacer…

-Lo sé, lo sé. Demasiado papeleo, ¿no es cierto?- derrochó otra sonrisa, encantada, extasiada, con un fondo de dulzura incomparable- seguramente yo no entre en ninguno de tus planes… ¿cuántos años más calculas llenos de mi vacío?

-No seas injusta. Sabes que el trabajo me quita la vida…- precisamente en ese momento, ¿por qué no en otro? apuró el fondo de su vaso… y con él muchas más cosas.

A ella se le escapó una risita chirriante, morbosa.

-A veces eres tan encantador… tan ingenuo… la vida sólo puede ser arrebatada por algo más poderoso que ella- se hizo un silencio- en fin, ¿nos vamos?

-Nos vamos- sentenció él, dejando unas monedas sobre la mesa. Ella, en cambio, dejó en ese bar algo más valioso y significativo: un guiño furtivo.

Él murió esa misma noche. Y es que ya se sabe que hay hombres que no toleran el arsénico.

En cuanto a ella, las nieves del tiempo platearon su sien…


Crítica de Shutter Island.

Título original: Shutter Island.

Dirección: Martin Scorsese.

Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Marik Ruffalo, Ben Kingsley, Emily Mortimer, Michelle Williams, Patricia Clarkson, Max von Sydow, Jackie Earle Hales, Elias Koteas, John Carroll Lynch, Ted Levine, Christopher Denham.

Año: 2010.

Producción: Paramount Pictures / Phoenix Pictures / Sikelia Productions / Appian Way.

Guión: Laeta Kalogridis, basada en la novela de Dennis Lehane.

Música: Varios (3ª sinfonía)

Fotografía: Robert Richardson.

Fecha estreno España: Febrero 2010.

Duración: 138 min.

La película trata de evocar un universo paradisíaco ajeno al dolor donde es sencillo encontrar el punto en el que convergen la locura y la cordura. Refleja que la mala conciencia humana es capaz de mutar en fantasmas nacidos de recuerdos tormentosos que te perseguirán hasta volverte loco. Transmite también una exasperante sensación de impotencia, de agobio, de la desesperación que provoca comprobar que la verdad no tiene sólo una cara. Se trata de un thriller entre onírico y psicológico en el que Leonardo Di Caprio se embarcará en la investigación de un centro psiquiátrico para altos criminales donde, en lugar de profundizar en su sospecha de que en aquel lugar hacen experimentos con seres humanos, llegará a lo más hondo de sí mismo, de su historia, dejándose la piel, la salud y el corazón en cada pesquisa. Desconfiando hasta de sí mismo, nuestro protagonista se deja enmarañar en la que era su propia trampa. La trama envuelve al espectador en una atmósfera que lo transporta mucho más allá de las butacas del cine, o que quizás traslada la película a la vida real. Dotada de exacerbante verosimilitud, crea las dudas, sugiere las certezas, insinúa, retracta, confunde hasta llegar a un final en el que todo encaja como las perfectas piezas de un puzzle, celebrando tan suculento postre con una frase que resulta la guinda perfecta.

El guión, a pesar de su innegable calidad, es secundario en una película donde la música y las imágenes hacen sentir y comprender al completo. No está dotada de frases brillantes ni intervenciones inolvidables en sí mismas pero sí es cierto que las palabras están cuidadosamente escogidas y su importancia radica más que en lo que dicen, en lo que dejan entrever. Reinan los dobles sentidos, perfectos para mentes agudas.

No hay ningún personaje en toda la película que inspire confianza, todos ostentan un cierto oscurantismo, un doble fondo, ¿una doble personalidad? En mi opinión, como en toda la literatura y el cine de calidad, en los que no se distingue claramente quiénes son los malos y quiénes los buenos, fáciles, transparentes, previsibles; sino que cada personaje es complejo y reúne una serie de virtudes y defectos, de conflictos morales, de errores y aciertos, de ambigüedades y de razones para hacer lo que hace que sitúan al espectador (o lector) en una tesitura. Al igual que en la vida, en la mayoría de los casos no hay santos y villanos… sino seres humanos, con todo lo que eso conlleva. Los actores, todo hay que decirlo, saben estar a la altura del primero al último, con interpretaciones realmente sublimes, entre las que resaltaría la del mismísimo Di Caprio, Kingsley y Max Von Sydow.

El lenguaje de la cámara se caracteriza por abundantes primeros planos y un ritmo frenético que se traduce en violentos y bruscos cambios de imagen, como ya es habitual en Scorsese, para hacer palpable la irritante sensación de ahogo. Y lo que no consigue esta técnica lo supera con creces el simbolismo, aderezado con una impresionante banda sonora que pone los pelos de punta.

Encargada por el director a Robbie Robertson (The Band), fusiona temas de Mahler, Ingram Marshall, Krzysztof Penderecki, Kay Starr o Brian Eno. El resultado es simplemente espeluznante. Lo más sobrecogedor es la reproducción de imágenes, de analogías que aún sin entenderse en un principio logran sensibilizar, aguzar los sentidos, arrancar una fuerte conmoción de la que no se sabe explicar su procedencia ni su razón. Una mujer empapada en una sala, sangre en su vientre, un vinilo que gira impasible, un abrazo, unas palabras sin sentido. Un acantilado, un día gris, gaviotas solitarias, la búsqueda incansable de un amigo, ratas trepando por tobillos. Desesperación, frustración, hastío. Evoca, proyecta, retrocede con diversos flash backs que en ocasiones dificultan la comprensión de la historia.

El final ligeramente previsible se ve compensado con la invitación a la apertura de infinitas sensaciones, elevadas a la máxima potencia en la parte final.

Como conclusión sólo recalcar dos puntos: por una parte, la magnífica frase final que dota de entendimiento a toda la película: ¿Qué es mejor… vivir como un monstruo o morir como un héroe? Hagan sus propias reflexiones.

Y por otra, subrayar que el dolor va adherido al ser humano, forma parte de su naturaleza y es una variable más de su vida. Hacerlos, hacernos ajenos sería como separar la uña de la carne. Inexorablemente hermanos. En vez de cerrarnos sin éxito al mismo, hemos de conocernos, de reconocernos en él. Esto se ve indudablemente reflejado en el experimento que tratan de hacer con los presos más peligrosos: atontarlos, adormecerlos, volverlos débiles. La solución no es huir del dolor. Sería como huir de nosotros mismos…

Garzón, juez y parte.

Érase una vez un niño que nació en un pueblo difícil de localizar en un mapa en la provincia de Jaén, allá por 1955. Sus primeros años transcurrieron entre olivos y libros, con el fondo de humildad incomparable propio de un ambiente que no parece el ideal para cumplir tus sueños. Albañil, camarero, empleado de gasolinera en los largos veranos preuniversitarios. Un hombre versátil, sencillo en esencia pero con pensamientos extremadamente complicados. Ya desde entonces se entreveía que su naturaleza no era pasar de puntillas por aquello que hacía. Estamos hablando de un joven implicado que dejaba que su trabajo confundiese los días y las noches: como más tarde escribió sobre él Pilar Urbano en su biografía autorizada, Garzón, el hombre que veía amanecer.

En su afán por analizar los motivos de Dios, estudió en los seminarios de Baeza y Jaén, pero acabó abandonando los estudios eclesiásticos y se trasladó con su familia a Sevilla, donde se licenció en derecho en 1979.

A partir de ese momento, el despegue fue meteórico. En 1980 se casó con la mujer con la que tendría tres hijos y un año más tarde comenzó su carrera judicial en Valverde del Camino. En el 83 ascendió a magistrado y fue destinado a Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Almería para desembocar cinco años más tarde en el Juzgado de Instrucción nº5 de la Audiencia Nacional como titular.

En su larga lista de éxitos profesionales destacamos su intachable labor contra el terrorismo y el narcotráfico, su ardua lucha contra dictaduras, incluso fuera de nuestras fronteras (no olvidemos la mediática detención de Augusto Pinochet, acusado de la desaparición de ciudadanos españoles en Chile durante su mandato, que catapultó al juez a la fama internacional), su incursión en tramas de paraísos fiscales, etc, hasta culminar con su actuación más comprometida: la legalización de Batasuna.

Hemos de emplear un punto y aparte para hacer mención a su fugaz capítulo en la política. Baltasar Garzón se presentó como independiente en las listas del PSOE en el 93, y poco después fue nombrado delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre drogas. Antes de cumplir un año en su cargo, anunció su dimisión y tres días después renunció también a su acta de diputado por, como explicó más tarde, "la actitud pasiva del presidente Felipe González respecto a la corrupción".

Posteriormente inició un feroz ataque contra el gobierno socialista, irrumpiendo con el caso GAL e instruyendo el "caso Amedo" y el caso del secuestro de Segundo Marey, aunque las malas lenguas sostenían que su verdadera aspiración era ocupar el cargo de ministro, y al ser nombrado pobremente viceministro, buscó venganza (a la vez que hizo justicia) contra aquellos que no lo habían valorado como pretendía.

Actualmente, el llamado juez estrella se enfrenta a tres causas abiertas y al juicio paralelo de la opinión pública. La primera, la causa contra los crímenes del franquismo, la segunda, referida a la orden de Garzón de grabar las escuchas telefónicas de los presos con sus abogados en el caso Gürtel y la tercera, la connivencia entre el juez y el Banco Santander, en favor del cual ha archivado dos querellas.

Las dos primeras causas entrañan un matiz político con el que Garzón se ha ganado el desprestigio entre los miembros del Partido Popular. Hemos de subrayar que por una vez confluyen los intereses de gobierno y oposición, que han pactado una reforma judicial que tiene como fin, entre otros, la extinción de jueces molestos, como él mismo señala.

Este hombre, que todavía hoy toma café en el bar de siempre mientras juega al dominó con sus paisanos en los veranos de un pueblo que ya tiene nombre, es a la vez odiado y amado, envidiado y admirado. Como ya hemos visto, en el terreno político nunca se ha puesto de un lado y en su trayectoria jamás se ha echado a un lado, por lo que está en el más crítico punto de mira a ojos de los integrantes de cualquier partido, ya que inevitablemente el poder político siempre estará supeditado al judicial. Tan inmune como temido, tan agudo como ambicioso, tan temerariamente egocéntrico, ha sido en innumerables ocasiones el blanco de la banda terrorista española por excelencia: ETA. Lo peor, o lo mejor, es que nunca le ha importado.

Si enciende la televisión una mañana cualquiera, podrá opinar en alguna de las numerosas encuestas en las que se cuestiona si debería dejar en pause su carrera hasta que se zanjen las causas que tiene pendientes. El resultado, actualmente, se declina por la afirmación.

Y en este punto nos planteamos, ¿es justo el acribillamiento al que está siendo sometido un hombre que ha hecho tantas cosas por nuestro país? Al fin y al cabo… sólo es un hombre, con aciertos y errores como el resto.

En mi opinión, ni era cuestión de endiosarlo antes ni de lapidarlo ahora. La única conclusión que podemos extraer a día de hoy es que sus aciertos han sido hechos y sus supuestos errores… son causas pendientes.


miércoles, 17 de marzo de 2010

?

Calor y hastío y uñas pintadas. Ruido de coches, de noches que quieren ser mañanas. Ropa en el suelo, luces encendidas, maletas en camas. Persianas mentirosas y bajadas, limón, palomitas saladas. Ojos con restos de maquillaje, dientes que retienen labios que van de viaje. Y un mundo tan mío tan lleno de ganas, tristezas, desvaríos. Llamadas inesperadas, sextos sentidos. Sangrando la lengua por no soltar un ojalá (estuvieras conmigo).
Conteniendo manos que van a buscarte apretando unos puños ya tan jadeantes, tan muertos de rabia, tan vivos de amor, tan ridículamente expectantes.Memorias, historias y planes. Un día tan opuestos y el otro tan imanes. ¿Me echas de menos? Tantas cosas quiero preguntarte... y entonces me freno, y soberbia, sarcástica, fantástica y fría, te llamo egoísta (aunque no debería).
Minutos que pasan sin gloria ni pena. Van cinco con tres. ¿Lo ves? Qué bien te suena en la boca lorena. Retumba en mis sienes.., y tú que no vienes. (Morimos hace un mes) y no escondo bajo tierra, que soy más de hacer cenizas. Pero después de la guerra...aún queman, aún me hacen trizas.
Remedios que envenenan, locuras enfermizas.
Ardiendo la carne por no confesarse con un por favor (ven a buscarme).Y lo creamos, y lo deshacemos, y hasta lo negamos... pero siempre volvemos. Apurando malos tragos, ciegos de desenfreno. Que más por más somos menos. Puntos suspensivos. Disparas al centro y yo no te esquivo.Palabras como ostias. Besos adictivos.
Que pierda el tiempo significa que es mío.